GRACIAS A NUESTRO AMIGO JAVIER LIZARZABURU POR ESTE GESTO ENORME.
Arturo Vásquez Escobar (37) fue el motor detrás de un proyecto escolar de recuperación de la huaca Fortaleza de Campoy. “No se quiere y no se cuida lo que no se conoce”, dice. Y eso hicieron.
Domingo 19 de junio de 2011
Valoración. Para el ensayo vinieron unos 30, pero en la escenificación participan 250 jóvenes entre 11 y 17 años. (Fotos: Rolly Reyna)
JAVIER LIZARZABURU
“Amontonar no es ordenar”, les dice a sus alumnos mientras estos, en su apuro por cambiarse de ropa y subir a la huaca a ensayar, iban tirando zapatos y ropa una encima de otra, en un solo montón. Pero la voz del maestro de Historia desbarata el castillo de tela, cuero y plástico, y cada uno, intentando ser juicioso, trata de encontrar un espacio vital minúsculo para sus pertenencias.
Aquí no había una voz de mando ordenando a los chicos qué hacer. Él dialoga, aconseja, conversa con ellos, mientras les va seleccionando los trajes. “A ver, ustedes, con el ejército inca. Y ustedes, con el curaca de Ruricancho”. Se están preparando para la representación del Inti Raymi, que se realizará el domingo 26 en la huaca Fortaleza de Campoy, un centro arqueológico de unos 1.000 años de antigüedad en San Juan de Lurigancho. Qué lujo –pienso– tener clases de historia de manera tan vivencial. Y ahí dejo toda idea de lujo.
El profe, Freddy Arturo Vásquez Escobar, nació en Ica y llegó a Lima con su madre y su hermana a los 12 años. Llegaron a Canto Grande. “Para mí fue chocante porque me cambió mi estructura de vida y me tocó aceptar vivir sin agua, sin vereda, sin grass, que sí tenía en Ica”.
Con el cambio en las condiciones físicas vino el remezón cultural. “Yo venía de un barrio criollo, donde no se escuchaba un huaino y donde apellidarse Quispe era una burla. Nadie quería ser serrano y todo el mundo escuchaba a Michael Jackson y bailaba break dance”.
LA OTRA REALIDAD
En el colegio, la mayoría de sus compañeros tenía dejos que él no entendía. “Allá, en Ica, nos hacían una corrección muy rigurosa del idioma. En cambio, en Canto Grande era diferente. La mayoría no pronunciaba como yo, porque eran hijos de migrantes de la sierra. Hasta que me fui adaptando”. Las condiciones de vida de los otros tampoco eran como las que había visto antes. “Los fines de semana, cuando iba al mercado con mi mamá, veía a mis amigos vendiendo limones, cargando bultos, jalando carretillas, y otros que se quedaban dormidos porque tenían que trabajar. Eso cambió mi forma de ver la realidad”, revela.
En la universidad estudió Historia y Geografía, y en el 2006 ingresó a trabajar al colegio Daniel Alcides Carrión, en Campoy. Un par de años después, junto con la directora Ángela Salas y otros profesores, presentó a Concytec el proyecto ganador de ese año: uno que resolvía de golpe tres problemas: identidad, delincuencia y preservación de patrimonio.
En el 2008 realizaron la primera escenificación del Inti Raymi. “Es una manera creativa de preservar lo nuestro pero también nos dimos cuenta de que el entorno no es favorable para la juventud y la niñez, y necesitamos alternativas educativas que involucren a la mayor cantidad de chicos”.
San Juan de Lurigancho, además de ser el distrito más populoso de la capital, tiene uno de los mayores índices de criminalidad. En el Carrión, el ingreso promedio familiar es de 400 a 600 soles mensuales. Los padres en muchos casos están ausentes, ya sea fuera del país, en la cárcel, o simplemente no están. Buena parte de los chicos se recursean y “el colegio es el hogar que no tienen muchos”, dice.
Algo regordete, con pelo canoso largo y una bolsa inca al hombro, el profesor habla con determinación. Es serio pero parece que no le cuesta sonreír, y pone énfasis donde cree que debe hacerlo. O se resbala y deja asomar un lado vulnerable cuando hablamos de paternidad y del padre con el que nunca vivió.
OPORTUNIDADES
Este proyecto les da a los chicos una opción “que los aleja de la pandilla, de la droga, de las cosas que están ahí, a la mano”, dice Vásquez. Más allá de lecciones de historia, a los chicos les inculca sentido de responsabilidad, de compromiso, de trabajo en equipo.
En escenario aparecen 250 alumnos, pero en realidad todo el colegio participa de una u otra forma. El costo lo asumen varias empresas locales. El profesor Vásquez, que algunos de sus colegas tildan de figuretti, es un personaje popular. Mientras avanzamos por los asentamientos que rodean la huaca, la gente que vive ahí, muchos de los cuales envían a sus hijos a esta escuela, le saluda o le pregunta: “Y, profe, pa’ cuándo el Inti Raymi”.
A él le gustaría que esto se repitiera por toda la ciudad. Pero se siente satisfecho de saber que varios ex alumnos se han interesado después en materias que han aprendido acá, como danza, historia, turismo o arqueología. “Es un gran orgullo saber que mucha juventud ha encontrado en la valoración de nuestra cultura ancestral una forma de vida”, cuenta.
UNA CIUDAD AJENA
Arturo Vásquez dice que se siente más luriganchino que limeño. “Nada me identifica con la ciudad”, afirma. Pienso en Los Mojarras, la banda que integró el sentimiento del migrante en el rock, que cantan esa nostalgia provinciana que se vive en las vastas áreas que han crecido alrededor de la Lima tradicional. No lo dice, pero percibo que esa Lima fuera de sus fronteras personales es un espacio ajeno, donde rechazan o ven mal a sus muchachos, que no siempre están completamente limpios y ordenados cuando realizan alguna visita. O es un espacio donde siente que no puede caminar tranquilo, sin ruidos, sin amontonamientos, como sí lo hace en la huaca.
Para él, ser luriganchino significa: “Vivir en una tierra llena de migrantes, con sueños, con esperanzas de que podamos dar a nuestros hijos lo que nosotros no tuvimos. Hacer de esta tierra una tierra maravillosa”. Le recuerdo los niveles de criminalidad en su distrito y que de repente no todos comparten esa visión. “Ese es el reto”, responde con un optimismo práctico que parece dominar el eje de su devenir. “Que compartan el sueño”.
“Lo que nos hermana en este distrito es que todos hemos llegado acá en busca de algo. Nuestros padres o abuelos, cuando llegaron en los años 50, 60 o 70, no eran limeños, pero tampoco completamente andinos, y a partir de eso crearon una nueva cultura. Nosotros somos la continuación de ellos”.
“Eso de ser marginal, hizo de nuestra raza, acero de superación”, cantan Los Mojarras. Y siento que aquí hay un profe y un colegio determinados a hacer precisamente eso.
DATOS
Colegio: José María Arguedas, Canto Grande.
Barrio: Canto Grande y Campoy, San Juan de Lurigancho.
Familia: Guadalupe, esposa (37). Hijos: Karla (15), Kevin (14), Addis Abeba (Nueva Vida) (10), y Nicolás (7).
Estudios: Ciencias de la Educación, Universidad San Luis Gonzaga, Ica.
Trabajo: Profesor de Historia y Geografía. I.E.0090 D.A. Carrión.
Este blog trata de la continuidad del proyecto educativo "Conociendo y valorando nuestro Patrimonio Cultural monumental: Huaca Fortaleza de Campoy", de la I.E. Nº 0090 "Daniel Alcides Carrión" de Campoy, que promueve el conocimiento y valoración de nuestro patrimonio cultural y natural, mediante el grupo de Defensores del patrimonio y Guías escolares de turismo KUSI SONQO, dirigidos por el Profesor Arturo Vásquez Escobar.
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