TÍTULO: Lima Prehispánica
PUBLICACIÓN: Lima: Perugraph Editores, 1984 -174 p.
DESCRIPCIÓN: Este trabajo tiene como objetivo demostrar la existencia, en la región del Rímac, de una cultura de remotas raíces. Para cumplir con dicho fin el autor se vale de una seria investigación acerca de los restos arqueológicos que todavía se encuentra en la Comarca de Lima.
I. Medio Ambiente, Clima y Recursos Naturales
La Comarca de Lima, o sea la zona geográfica sobre la que se asienta la capital del Perú y se desarrolla el proceso de su expansión urbana, es parte de la Costa Central de la Región Andina y como tal tiene las características físicas, climatológicas y ecológicas propias de dicha región.
La Costa Central se extiende, aproximadamente, desde el sur de la cuenca del río Casma hasta el lado norte de la cuenca del río Mala, y comprende en su territorio 10 de los 52 ríos que irrigan las costas del Perú. La Comarca de Lima constituye el extremo sur de la Costa Central, representa una cuarta parte de la longitud de la misma y se ubica en la región Chala, siendo, por tanto, su altitud máxima de 500 metros sobre el nivel del mar.
Tenemos así que la Comarca constituye una zona que se extiende desde Ancón hasta San Bartolo, conformando una larga faja flanqueada por el Océano Pacífico y las estribaciones de los Andes y cortada transversalmente por el curso de los ríos Chillón, Rímac y Lurín. Esta área forma una unidad geográficamente definida, cuyas características físicas permitieron el desarrollo de culturas profundamente interrelacionadas por el marco físico ambiental. Si analizamos la geografía de la zona podemos constatar que los tres valles se vinculan libremente en sus partes bajas, conformando una gran planicie, de llanuras y colinas, que se cierra en sus extremos por el avance, hasta el mar, de las estribaciones andinas.
Por el norte, las lomas de Ancón impiden el paso hacia el valle de Chancay, dejando como filtro el despeñadero de Pasamayo; por el sur tampoco se puede lograr un fácil contacto con la quebrada de Chilca, por el tapón que representan los cerros que rodean a San Bartolo y Santa María y que, en su enfrentamiento con el mar, dan lugar a las caletas y roquedales que rematan en Pucusana.
Por el este, la comarca está limitada por cerros y quebradas que forman un escarpado lindero natural, que se abre y profundiza hacia el oriente remontando los cursos de los ríos Chillón, Rímac y Lurín. En cualquiera de ellos el fenómeno morfológico es el mismo: los conos de deyección se cierran paulatinamente mientras que el terreno se empina hasta que el valle se vuelve quebrada o estrecha garganta, de ásperos flancos, en cuyo fondo serpentea el río. Esta mutación del valle se da plenamente alrededor de los 600 metros de altitud y viene acompañada de un brusco cambio de las condiciones climáticas, pues la húmeda neblina característica de la región Chala cede el campo, súbitamente, al radiante sol y agradable temperatura propios de la Yunga.
En el valle del Chillón, el término de la Comarca en buena cuenta de la región Chala es, prácticamente, el Puente Trapiche, donde se produce la confluencia de la Quebrada Quilca con el río Chillón, casi en los límites de la provincia de Lima con la de Canta. En el valle del Rímac, la Comarca termina en las vecindades de Ñaña, entre los adobones de las ruinas de Huaycán y los pétreos restos arqueológicos de Alfonso Cobián; y en el valle de Lurín los límites comarcanos están señalados por la población de Piedra Lisa, en las cercanías de los linderos provinciales con Huarochirí. La Comarca asume la figura de un extraño volátil, de una especie de gigantesco tirano donde, alcanzando una longitud de cerca de 90 Km. y una anchura promedio de 6 Km., que se estrecha en las cercanías del mar, hasta los 2 Km. y amplia hasta los 20 Km. en las profundidades de los valles.
La geografía de la Comarca es, naturalmente, la característica de la región Chala y está compuesta por: el litoral, donde alternan extensas playas de arena con algunos roquedales; la llanura desértica, que asciende suavemente hacia las estribaciones andinas; las lomas, de poca altura y muelles pendientes; y los cerros y quebradas andinas, que se estrechan y ascienden rápidamente para alcanzar el punto de inversión térmica que marca el inicio de la región Yunga.
En ese desolado panorama, típico de toda la costa peruana, marcan su curso vivificador los ríos que descienden por la vertiente occidental de los Andes y que al llegar a la región Chala ensanchan su cauce derramándose en amplios conos de deyección, sobre los llanos desérticos. El caudal de sus aguas y el limo fructificante que arrastran en sus avenidas producen el milagro de crear en el desierto acogedores oasis y dar origen al asiento de numerosas poblaciones y desarrollo de pujantes culturas.
Asimismo, se produce en la costa otro extraordinario fenómeno natural que contribuye a enriquecerla grandemente y a mejorar las condiciones de vida que ofrece. Nos referimos a las llamadas “lomas” o sectores de pequeñas colinas en los que la existencia de condiciones especiales determinan la formación de verdaderos micro-climas, que gracias a su gran humedad atmosférica y a una activa condensación de la misma, originan el crecimiento de una abundante y típica vegetación durante los meses invernales. Las pampas de Amancaes y las de Atocongo fueron, hasta hace poco, uno de los mejores y más gratos ejemplos de este fenómeno en la Comarca de Lima.
La presencia de la Corriente de Humboldt, a lo largo de nuestro litoral, produce la alteración del clima tropical que, por su posición geográfica, debería corresponder a la zona. La corriente determina la carencia casi absoluta de lluvias, de alto grado de humedad que alcanza hasta 98%, y las moderadas temperaturas que son típicas de la Costa Central. Las condiciones del medio físico costero son responsables de que existan únicamente dos estaciones durante el año; una de Abril a Noviembre y otra de Diciembre a Marzo, manteniéndose, por lo general, temperaturas promedio que varían entre los 18 y 22 grados, aunque no faltan “inviernos” en que la temperatura desciende hasta los 12 ó 15 grados y “veranos” en que el termómetro marca 28 ó 30 grados.
La flora propia de la Costa Central, y por tanto de la Comarca de Lima, está constituida por una apreciable variedad de hierbas, plantas, arbustos y algunos árboles que crecen en las lomas y en los montes ribereños e inclusive en las colinas y medanos desérticos. En toda la Comarca se dan abundantemente el carrizo, la caña brava, la totora, el junco, la sacuara, el pájaro bobo, el sauce, el faique, el chinamono, el mito, la tara y el huarango, y en las zonas desérticas las tillandsias y otras clases de cardos.
En los valles existen prácticamente todo tipo de sembríos produciéndose en gran escala muchas variedades de “pan llevar”, frutales, flores y varios cultivos industriales como el algodón.
La fauna autóctona de la Costa Central está conformada por especies marítimas y continentales, estando constituida esta última por especímenes terrestres y fluviales. La fauna marítima es sumamente rica y de extrema importancia para la economía de la región; su variedad y abundancia se deben en gran parte al enfriamiento de las aguas del Pacífico por efectos de la Corriente de Humboldt. Este fenómeno provoca la existencia de un riquísimo plancton marino, cuya presencia convierte al mar en un “caldo de cultivo” de infinitos cardúmenes de peces, los que a su vez, en una especie de reacción en cadena, significan la posibilidad de vida de incontables aves e innumerables animales marinos. Tenemos así gran variedad de peces, entre los que destacan el bonito, el atún, la corvina, el lenguado, el pejerrey y la anchoveta; muchos cefalópodos y quelonios y algunos cetáceos como los delfines.
En las playas los crustáceos, moluscos y mariscos se encuentran al alcance de la mano, enterrados en la arena o adheridos a rocas y peñascos, contribuyendo a enriquecer la dieta de las todavía numerosas aves guaneras y a completar la alimentación de las insaciables focas y lobos marinos.
En la fauna terrestre existe todo tipo de aves, desde picaflores, gorriones y jilgueros hasta gallinazos, cernícalos y halcones, pasando por torcazas y palomas. Hay también varios mamíferos, como mucas, zorros y, hasta hace poco, algunos venados y naturalmente abundantes insectos y algunos reptiles como víboras, culebras de agua y lagartijas.
En los ríos comarcanos todavía se pueden encontrar, con cierta dificultad, algunos peces como lisas y bagres, y época hubo en la que no era raro hallar camarones de buen tamaño.
En buena cuenta, la Costa Central es aún un lugar propicio como hábitat humano, a pesar de la depredación secular de sus recursos naturales y de la contaminación ambiental que produce el tráfico capitalino y el funcionamiento incontrolado de muchísimas instalaciones industriales.
Hace algunas décadas las condiciones naturales de la Comarca limeña eran muy superiores a las actuales; somos muchos los que recordamos haber pescado suculentos bagres en las acequias de Surco cazado patos en las lagunas de Villa y perseguido venados en las cercanías de Carabayllo y, también, haber realizado gloriosos paseos a los fundos umbrosos de Chuquitanta y Repartición o a las áureas pampas de Amancaes. Todo ello bajo un cielo límpido y puro, en un ámbito sin ruidos ni estridencias y a través de campos multicolores a los que no degradaba la innoble presencia de la basura o de los residuos industriales.
Por lo expuesto, podemos afirmar que en un tiempo relativamente corto las características ambientales de la Comarca de Lima, y por supuesto de toda la costa peruana, han cambiado notablemente. Ello es consecuencia no sólo de la acción depredadora del hombre, sino también de los continuos cambios que se están produciendo en el medio físico de la Región Andina, los que significan modificaciones en el clima y consecuentemente en el ecosistema de la misma. La obra destructiva del hombre influye grandemente en el proceso, pues al destruirse un recurso natural se provocan modificaciones en el clima, las que a su vez determinan ciertas mutaciones en la morfología y ecología de la región. Cuando se destruye un bosque, por ejemplo, se contribuye a la disminución de las precipitaciones pluviales, lo que dificulta la regeneración del bosque y la formación de nuevas florestas.
El ingeniero Santiago E. Antúnez de Mayolo (1981) afirma que el proceso de aridización y desertificación de la costa se ha intensificado notablemente desde la época pre-hispánica, y que muchos recursos naturales renovables tales como ríos, lagunas, salinas, lomas, montes y bosques, han mermado notablemente su potencialidad o han desaparecido totalmente. Entre los muchos datos que Antúnez de Mayolo proporciona para probar su aserto, recogemos que en la región Janca o Jalca, en 1532 el nivel de los nevados permanentes se encontraba alrededor de los 4,500 m.s.n.m. y las nieves perpetuas cubrían cerca de 20,000 Km2, mientras que ahora dicho nivel se encuentra sobre los 5,000 m.s.n.m. y el área cubierta por las nieves perpetuas oscila entre los 5,000 y los 7 000 km2, lo que significa, obviamente, que las reservas de donde nutren sus caudales los arroyos y ríos, han disminuido considerablemente.
El Padre Cobo afirmaba en el siglo XVII, según Antúnez de Mayolo (1981), que en sus peregrinaciones por la costa había cruzado 27 ríos y que tuvo que hacerlo hacienda uso de balsas o puentes, pues en ninguna época era posible vadearlos. En la actualidad, de los 52 ríos costeros no pasan de 18 los que no pueden ser vadeados, lo que señala muy claramente hasta que punto han disminuido los recursos hídricos de la región. En 1618 en el convento de San Lázaro, en Lima, el nivel de agua subterránea se encontraba a dos estados de profundidad o sea a 3.4 mt. aproximadamente, mientras que en la actualidad el nivel de agua de los pozos que explota la Esal, en dicha zona, se encuentra a 42 mt. de profundidad.
Cuando los españoles llegaron a Tumbes en 1532, encontraron alrededor de 114,000 Ha. cultivadas, mediante el riego por inundación, en tanto que ahora no pasan de 10,000 las Ha. cultivadas por el sistema de riego a pie de planta. Esta grave situación, que se debe a las variaciones climáticas que se han producido desde la conquista, a la tremenda deprecación perpetrada por los españoles y a los cambios en los sistemas de vida y de explotación de recursos que introdujeron en la región, es resumida por Antúnez de Mayolo en la siguiente forma: “Inexisten estudios, pero es probable que en la costa desde 1532 a la fecha han desaparecido un millón de hectáreas de sabanas con vegetación arbustiva; en otro tanto se han reducido las lomas y en no menos de medio millón de hectáreas han disminuido las cultivadas” (Antúnez de Mayolo 1981).
Por lo visto, la comarca que recorrieron Ruiz Díaz, Juan Tello y Alonso Martín de Benito, exploradores designados por Pizarro para buscar asiento para la futura Ciudad de los Reyes, fue bastante más rica y atractiva que la actual y consecuentemente el paisaje que contemplaron los veedores, cuando cabalgaban por las tierras del curaca de Lima, debió ser bastante mas atractivo que el descrito por el Padre Cobo más de cien años después. El Padre Bernabé Cobo, en la “Historia de la Fundación de Lima”, cuenta lo siguiente respecto a la comarca limeña (1882) :
“Comenzando por su asiento, para que lo pintemos de pies a cabeza, digo: que es una campiña ó valle muy fértil y capaz, que corre siete leguas de largo Norte Sur, por el lado del poniente, hacia la mar, y por el de oriente la cerca una sierra que llamamos las lomas, que corre por toda la costa de estos llanos; su anchura es desigual, por donde mas tiene tres ó cuatro leguas, y por donde menos, de dos para abajo, hasta que las puntas de la Sierra referida que lo atajan se juntan con la mar por la banda del Norte, un ramo que naciendo de la Sierra de las lomas corre hasta fenecer en la Costa.
En la Sierra de la Arena y el río de Caraguayllo, donde se forma el Puerto de Ancón poblado de pescadores y por la parte del Sur otra punta de Sierra Baja, que divide este valle desde Pachacámac, o sea su mayor anchura, en dos ensenadas que tiene la sobredicha tierra o por mejor decir dos obras, la una por donde entra el río de Caraguayllo, y la otra por donde viene el de Lima; a esta nombramos la Rinconada de Late, de un pueblo de indios así llamado, que esta en ella a dos leguas de Lima, ... ensánchase este valle por en medio, no tanto porque la Sierra de las lomas se recoja mucho la tierra adentro, torciendo el rumbo que lleva de Norte a Sur, cuanto por una punta de la Sierra baja del mismo valle, que se mete gran trecho en la mar por el puerto del Callao. Todo es muy llano, con alguna declinación hasta la Costa, que es causa, corran las aguas para ella con ímpetu.
Buena parte de lo llano ocupan ciertos cerros y montes secos y pelados que se levantan en esta campiña, sueltos y desasidos de la Sierra a manera de las islas, algunos de media a dos y tres leguas de circuito; el mayor de estos montes es el que está entre esta ciudad y el pueblo de Late; en él hay muy copiosas canteras de piedra de sal a menos de un cuarto de legua de la ciudad y el Segundo en grandeza es el de Surco, que los navegantes llaman Morro Solar, el cual estrecha tanto el valle por aquella parte del Sur, que parece fenecer en él, si bien pasada aquella angostura se entiende hacia Pachacamac otra legua por la Costa; en este cerro del de Surco hay una cantera de piedra buena para fabricar, aunque es muy dura de labrar; de ella se hizo el puente del río de esta ciudad. También al pie del mismo cerro hace la mar un Puerto pequeño, pero muy quieto y seguro para bajeles pequeños.
Lo que de este valle cae apartado de la mar, que es lo más alto de él, es de suelo y terreno muy seco, y que sin riego no produce cosa verde; porque las yerbas no son aquí tan copiosas y gruesas como en la Sierra y cerros del contorno, adonde con aquel rocío que les cae del invierno se visten de yerbas y flores, y se ponen tan verdes y hermosas que es una de las deleitosas salidas que tiene Lima por aquel tiempo. Más hacia la costa de la mar respecto de ser tierra baja y participar de la humedad del agua de la mar, principalmente de los remanentes de las acequias, que terminándose por debajo de tierra van a parar allí, conservan todo el año mucha humedad, y gramadales en que se apacientan gran cantidad de ganado, y el agua de los pozos está muy somera por aquella parte.... y en partes es con tanta abundancia esta humedad que se hacen ciénagas y lagunas, que son bien provechosas así para los ganados como porque crían grandes juncales y carrizales, de que se hacen las esteras con que se cubren las casas humildes y los indios pescadores hacen sus balsas y embarcaciones. El río de Lima es el mayor, el otro se dice de Caraguayllo, nace en la provincia de Canta en la cordillera general como a veinte leguas de la mar, en la cual entra a dos leguas de la boca del río Lima, las acequias que de estos dos ríos se sacan son innumerables, que se reparten por todo el valle, algunas son tan grandes en sus principios que parecen caudalosos ríos, álamos crecidos que sangran del río de Lima, llamamos acequias de Surco porque va encaminada a un pueblo de su nombre cuyas tierras riega.
Por beneficio de estas acequias que causan y fertilizan la campiña está á todos tiempos verde, amena y deleitosa ofreciendo a la vista una fresca y serena primavera; y como todas las heredades tienen sus casas de campo a donde se suelen irse a recrear los vecinos de Lima (sin recelo de que las lluvias les agüen sus fiestas y placeres por no llover jamás) hermosean grandemente el valle. Particularmente es muy grande la frescura y verdor que le dan los olivares, plantanares y cañaverales de azúcar. Las innumerables huertas de árboles frutales que hay de naranjas, membrillos, granadas ó higos: viñas y perales con todo género de frutos de la tierra y de España, los palmos de lejos campean sobre los otros árboles; y en especial, alegran todo el contorno de la ciudad los alfalfares con su perpetuo verdor y lozanía; los cuales son tantos, que cogen buena parte de esta vega, a causa de ser la alfalfa el sustento común de los caballos y demás bestias de servicio de la ciudad y del campo, por lo cual viene a tener por todas partes esta ciudad muy buenas y alegres salidas.
De más de los ríos, goza esta comarca de muchas fuentes y manantiales de agua dulce y delgada, algunos son tan copiosos que con ellos se riegan huertas y sembrados; en cualquier parta que caben pozos se halla agua dulce, mas ó menos honda según está la tierra mas alto o bajo, cuya agua y la de las fuentes se tiene por más sana y regalada que la de los ríos.
La mar que confina con este valle es de costa limpia, y tan mansa que en cualquiera parte surgen las naves seguramente; fuera de los puertos de Ancón y del cerro de Surco, de que hice mención arriba, se hacen otros dos muy capaces, que son de muy grandes bahian, en igual distancia de esta ciudad. La una es el Puerto del Callao de que se dirá abajo, y la otra el Puerto del pueblo de Surco, más frecuentado de pescadores que de otras naves;.... ” (Cobo [16531] 1882).
Por lo expuesto, queda demostrado que en el corto lapso transcurrido desde la llegada de los españoles a las costas del Perú, allá por 1532, se han producido notables cambios en el medio físico, en el clima y en la ecología de la región, que han significado la disminución o desaparición de muchos recursos naturales, la modificación de las condiciones de vida que ofrecía la costa peruana e indudablemente, un fuerte impacto en las costumbres y economía de sus pobladores.
Naturalmente, si remontamos el curso de la historia vamos a constatar que las condiciones del medio ambiente en épocas muy tempranas eran muy diferentes de las existentes en las postrimerías del Tahuantinsuyo. Hace 20,000 años, a fines del Pleistoceno, cuando las primeras bandas de cazadores nómadas llegaron a la costa peruana, se llevaba a cabo la última de las grandes glaciaciones del período y en toda la costa existía una fuerte humedad y abundantes recursos hídricos. La costa norte del Perú era prácticamente una sábana tropical, bañada frecuentemente por lluvias de tipo monzónico y dotada de numerosos lagos y lagunillas, donde pululaba una numerosa fauna, tanto terrestre coma acuática, entre la que destacaban los megaterios, mastodontes, milodontes, esmilodontes, gigantescos lagartos, caballos primitivos y antepasados de los camélidos actuales y, por supuesto, muchos animales menores e incontables aves. Estas condiciones de vida se dieron no sólo en el extremo norte de la costa sino también bastante más al sur, pues en el departamento de La Libertad, en la Pampa de los Fúsiles, se han encontrado restos de dicha fauna, tanto como en los yacimientos de brea de la zona de Talara.
PERIODOS, AÑOS, SITIOS ARQUEOLÓGICOS:
1 535 DC1 440 DC
Tambo Inga, Fortaleza Collique, Puente Inca, Carabayllo, Chuquitanta, Collique, Comas
Armatambo, Maranga, Mateo Salado,Huaquerones,El Pino, Encalada, Huaycan, Huacalores, Limatambo, Los incas, Huancho, Huallas, Huachipa, Lati, Huatca, Pariachi, Puruchuco, Hualla, Huancho, Sulco, Piti Piti, Macattambo
Pachacamac (Templo del Sol, Mamacunas, Palacio Pintado, Palacio de Tauri Chumpi, Plaza de los Peregrinos)HuaycánTambo Inca, Cerro Botija
Periodo IntermedioTardio Rimac
1 100 DC
Carabayllo, Zapallal, Collique, Pro, Con Con, Chuquitanta, Oquendo, Cerro Respiro, Mercurio Alto, Cerro La regla, La Alborada, Cerro Candela, Recinto del Chillón, Fortaleza Collique.
Campoy, Vasquez, La Calera, Marcavilca, El Agustino, Balconcillo,
Maracuya, San Martín, Pampa de Flores, Jacinto Grande, Mal Paso, Molla, Manchay, Alto, Huaycán Bajo, Huaycán AltoIchma (Población, Templos, Palacios Depósitos)
Horizonte MedioWari
700 DC
Copacabana, Guardia Republicana, Huaca Cerro Culebras, Huaca Zancudo, Cerro Pro, Los Sauces, Miramar, Lomas de las Papas
Periodo Int. TempranoLima
200 DC
Chuquitanta, Infantes, Pampa de Cuevas, Ancón, Huacoy
Epoca Arcaica
2 000 AC5 000 AC
Pampa de los Perros. Media Luna, El Paraiso Encanto, Ventanilla, Punta Marquez
Epoca Litica
10 000 AC20 000 AC
Canario, Arsenal, Luz
A partir de fines del Pleistoceno, con el aminoramiento de las glaciaciones y, consecuentemente, la disminución de la humedad costeña, se inicia el proceso de aridización de la costa, determinando, entre otros acontecimientos importantes, la extinción de una fauna pleistocénica. En el resto de la Costa, si bien las condiciones reinantes no tenían las características tropicales de la zona norte, en las que influyó notablemente un avance hacia el sur de la Corriente del Niño, el clima de sitios coma Lurín era bastante húmedo y sus extensas planicies estuvieron regadas, hasta hace 9,000 años, por ríos que permitían la existencia de una rica flora y abundante fauna.
A principios del siguiente período, o sea del Holoceno, todavía se produjeron varias pulsaciones glaciales de menor intensidad que las del Pleistoceno, pero lo suficientemente impactantes como para determinar cambios notorios en el clima, tanto de la sierra como de la costa. Las glaciaciones con sus estadios o interestadios, o sea avances y retrocesos de las masas de hielo, determinaron períodos climáticos de signo inverso para las alturas serranas y las llanuras costeñas. El avance de los hielos en la sierra significaba el recrudecimiento del clima y por tanto el desmejoramiento de las condiciones de vida, mientras que en la costa producía mayores precipitaciones, mejorándose consecuentemente la feracidad del medio ambiente. El fenómeno se invertía durante los lapsos interestadiales y a una elevación de la temperatura en la sierra correspondía un desecamiento de la costa y un aumento del proceso de desertificación.
Debido a ello, el benigno período climático que se desarrolló en la sierra entre los 5,550 y los 2,500 años a.c., que por las favorables condiciones de vida que permitió ha sido bautizado coma período “Optimum Climaticum”, no fue tan benéfico para los pobladores de la Costa, pues, entre otras cosas, significó el desecamiento de las lagunas norteñas, la desaparición de los manglares que enriquecían al tablazo de Sechura y la disminución de las grandes extensiones de lomas que existían a lo largo de toda la Costa.
Aún así, durante los inicios de este período climático del Holoceno, la desertización de la costa no había alcanzado el grado que actualmente tiene y tanto la humedad ambiental como los causales hídricos eran bastante mayores que los existentes ahora, permitiendo la presencia de grandes cantidades de moluscos en las playas marinas. Desde entonces se producen en la costa, como consecuencia de pequeñas glaciaciones serranas, algunos cambios de clima, que significan variaciones en la temperatura y humedad del medio y que conducen al estado de cosas que hemos descrito en relación con el medio físico, el clima y los recursos naturales de la costa central tawantinsuyana.
La Comarca de Lima, o sea la zona geográfica sobre la que se asienta la capital del Perú y se desarrolla el proceso de su expansión urbana, es parte de la Costa Central de la Región Andina y como tal tiene las características físicas, climatológicas y ecológicas propias de dicha región.
La Costa Central se extiende, aproximadamente, desde el sur de la cuenca del río Casma hasta el lado norte de la cuenca del río Mala, y comprende en su territorio 10 de los 52 ríos que irrigan las costas del Perú. La Comarca de Lima constituye el extremo sur de la Costa Central, representa una cuarta parte de la longitud de la misma y se ubica en la región Chala, siendo, por tanto, su altitud máxima de 500 metros sobre el nivel del mar.
Tenemos así que la Comarca constituye una zona que se extiende desde Ancón hasta San Bartolo, conformando una larga faja flanqueada por el Océano Pacífico y las estribaciones de los Andes y cortada transversalmente por el curso de los ríos Chillón, Rímac y Lurín. Esta área forma una unidad geográficamente definida, cuyas características físicas permitieron el desarrollo de culturas profundamente interrelacionadas por el marco físico ambiental. Si analizamos la geografía de la zona podemos constatar que los tres valles se vinculan libremente en sus partes bajas, conformando una gran planicie, de llanuras y colinas, que se cierra en sus extremos por el avance, hasta el mar, de las estribaciones andinas.
Por el norte, las lomas de Ancón impiden el paso hacia el valle de Chancay, dejando como filtro el despeñadero de Pasamayo; por el sur tampoco se puede lograr un fácil contacto con la quebrada de Chilca, por el tapón que representan los cerros que rodean a San Bartolo y Santa María y que, en su enfrentamiento con el mar, dan lugar a las caletas y roquedales que rematan en Pucusana.
Por el este, la comarca está limitada por cerros y quebradas que forman un escarpado lindero natural, que se abre y profundiza hacia el oriente remontando los cursos de los ríos Chillón, Rímac y Lurín. En cualquiera de ellos el fenómeno morfológico es el mismo: los conos de deyección se cierran paulatinamente mientras que el terreno se empina hasta que el valle se vuelve quebrada o estrecha garganta, de ásperos flancos, en cuyo fondo serpentea el río. Esta mutación del valle se da plenamente alrededor de los 600 metros de altitud y viene acompañada de un brusco cambio de las condiciones climáticas, pues la húmeda neblina característica de la región Chala cede el campo, súbitamente, al radiante sol y agradable temperatura propios de la Yunga.
En el valle del Chillón, el término de la Comarca en buena cuenta de la región Chala es, prácticamente, el Puente Trapiche, donde se produce la confluencia de la Quebrada Quilca con el río Chillón, casi en los límites de la provincia de Lima con la de Canta. En el valle del Rímac, la Comarca termina en las vecindades de Ñaña, entre los adobones de las ruinas de Huaycán y los pétreos restos arqueológicos de Alfonso Cobián; y en el valle de Lurín los límites comarcanos están señalados por la población de Piedra Lisa, en las cercanías de los linderos provinciales con Huarochirí. La Comarca asume la figura de un extraño volátil, de una especie de gigantesco tirano donde, alcanzando una longitud de cerca de 90 Km. y una anchura promedio de 6 Km., que se estrecha en las cercanías del mar, hasta los 2 Km. y amplia hasta los 20 Km. en las profundidades de los valles.
La geografía de la Comarca es, naturalmente, la característica de la región Chala y está compuesta por: el litoral, donde alternan extensas playas de arena con algunos roquedales; la llanura desértica, que asciende suavemente hacia las estribaciones andinas; las lomas, de poca altura y muelles pendientes; y los cerros y quebradas andinas, que se estrechan y ascienden rápidamente para alcanzar el punto de inversión térmica que marca el inicio de la región Yunga.
En ese desolado panorama, típico de toda la costa peruana, marcan su curso vivificador los ríos que descienden por la vertiente occidental de los Andes y que al llegar a la región Chala ensanchan su cauce derramándose en amplios conos de deyección, sobre los llanos desérticos. El caudal de sus aguas y el limo fructificante que arrastran en sus avenidas producen el milagro de crear en el desierto acogedores oasis y dar origen al asiento de numerosas poblaciones y desarrollo de pujantes culturas.
Asimismo, se produce en la costa otro extraordinario fenómeno natural que contribuye a enriquecerla grandemente y a mejorar las condiciones de vida que ofrece. Nos referimos a las llamadas “lomas” o sectores de pequeñas colinas en los que la existencia de condiciones especiales determinan la formación de verdaderos micro-climas, que gracias a su gran humedad atmosférica y a una activa condensación de la misma, originan el crecimiento de una abundante y típica vegetación durante los meses invernales. Las pampas de Amancaes y las de Atocongo fueron, hasta hace poco, uno de los mejores y más gratos ejemplos de este fenómeno en la Comarca de Lima.
La presencia de la Corriente de Humboldt, a lo largo de nuestro litoral, produce la alteración del clima tropical que, por su posición geográfica, debería corresponder a la zona. La corriente determina la carencia casi absoluta de lluvias, de alto grado de humedad que alcanza hasta 98%, y las moderadas temperaturas que son típicas de la Costa Central. Las condiciones del medio físico costero son responsables de que existan únicamente dos estaciones durante el año; una de Abril a Noviembre y otra de Diciembre a Marzo, manteniéndose, por lo general, temperaturas promedio que varían entre los 18 y 22 grados, aunque no faltan “inviernos” en que la temperatura desciende hasta los 12 ó 15 grados y “veranos” en que el termómetro marca 28 ó 30 grados.
La flora propia de la Costa Central, y por tanto de la Comarca de Lima, está constituida por una apreciable variedad de hierbas, plantas, arbustos y algunos árboles que crecen en las lomas y en los montes ribereños e inclusive en las colinas y medanos desérticos. En toda la Comarca se dan abundantemente el carrizo, la caña brava, la totora, el junco, la sacuara, el pájaro bobo, el sauce, el faique, el chinamono, el mito, la tara y el huarango, y en las zonas desérticas las tillandsias y otras clases de cardos.
En los valles existen prácticamente todo tipo de sembríos produciéndose en gran escala muchas variedades de “pan llevar”, frutales, flores y varios cultivos industriales como el algodón.
La fauna autóctona de la Costa Central está conformada por especies marítimas y continentales, estando constituida esta última por especímenes terrestres y fluviales. La fauna marítima es sumamente rica y de extrema importancia para la economía de la región; su variedad y abundancia se deben en gran parte al enfriamiento de las aguas del Pacífico por efectos de la Corriente de Humboldt. Este fenómeno provoca la existencia de un riquísimo plancton marino, cuya presencia convierte al mar en un “caldo de cultivo” de infinitos cardúmenes de peces, los que a su vez, en una especie de reacción en cadena, significan la posibilidad de vida de incontables aves e innumerables animales marinos. Tenemos así gran variedad de peces, entre los que destacan el bonito, el atún, la corvina, el lenguado, el pejerrey y la anchoveta; muchos cefalópodos y quelonios y algunos cetáceos como los delfines.
En las playas los crustáceos, moluscos y mariscos se encuentran al alcance de la mano, enterrados en la arena o adheridos a rocas y peñascos, contribuyendo a enriquecer la dieta de las todavía numerosas aves guaneras y a completar la alimentación de las insaciables focas y lobos marinos.
En la fauna terrestre existe todo tipo de aves, desde picaflores, gorriones y jilgueros hasta gallinazos, cernícalos y halcones, pasando por torcazas y palomas. Hay también varios mamíferos, como mucas, zorros y, hasta hace poco, algunos venados y naturalmente abundantes insectos y algunos reptiles como víboras, culebras de agua y lagartijas.
En los ríos comarcanos todavía se pueden encontrar, con cierta dificultad, algunos peces como lisas y bagres, y época hubo en la que no era raro hallar camarones de buen tamaño.
En buena cuenta, la Costa Central es aún un lugar propicio como hábitat humano, a pesar de la depredación secular de sus recursos naturales y de la contaminación ambiental que produce el tráfico capitalino y el funcionamiento incontrolado de muchísimas instalaciones industriales.
Hace algunas décadas las condiciones naturales de la Comarca limeña eran muy superiores a las actuales; somos muchos los que recordamos haber pescado suculentos bagres en las acequias de Surco cazado patos en las lagunas de Villa y perseguido venados en las cercanías de Carabayllo y, también, haber realizado gloriosos paseos a los fundos umbrosos de Chuquitanta y Repartición o a las áureas pampas de Amancaes. Todo ello bajo un cielo límpido y puro, en un ámbito sin ruidos ni estridencias y a través de campos multicolores a los que no degradaba la innoble presencia de la basura o de los residuos industriales.
Por lo expuesto, podemos afirmar que en un tiempo relativamente corto las características ambientales de la Comarca de Lima, y por supuesto de toda la costa peruana, han cambiado notablemente. Ello es consecuencia no sólo de la acción depredadora del hombre, sino también de los continuos cambios que se están produciendo en el medio físico de la Región Andina, los que significan modificaciones en el clima y consecuentemente en el ecosistema de la misma. La obra destructiva del hombre influye grandemente en el proceso, pues al destruirse un recurso natural se provocan modificaciones en el clima, las que a su vez determinan ciertas mutaciones en la morfología y ecología de la región. Cuando se destruye un bosque, por ejemplo, se contribuye a la disminución de las precipitaciones pluviales, lo que dificulta la regeneración del bosque y la formación de nuevas florestas.
El ingeniero Santiago E. Antúnez de Mayolo (1981) afirma que el proceso de aridización y desertificación de la costa se ha intensificado notablemente desde la época pre-hispánica, y que muchos recursos naturales renovables tales como ríos, lagunas, salinas, lomas, montes y bosques, han mermado notablemente su potencialidad o han desaparecido totalmente. Entre los muchos datos que Antúnez de Mayolo proporciona para probar su aserto, recogemos que en la región Janca o Jalca, en 1532 el nivel de los nevados permanentes se encontraba alrededor de los 4,500 m.s.n.m. y las nieves perpetuas cubrían cerca de 20,000 Km2, mientras que ahora dicho nivel se encuentra sobre los 5,000 m.s.n.m. y el área cubierta por las nieves perpetuas oscila entre los 5,000 y los 7 000 km2, lo que significa, obviamente, que las reservas de donde nutren sus caudales los arroyos y ríos, han disminuido considerablemente.
El Padre Cobo afirmaba en el siglo XVII, según Antúnez de Mayolo (1981), que en sus peregrinaciones por la costa había cruzado 27 ríos y que tuvo que hacerlo hacienda uso de balsas o puentes, pues en ninguna época era posible vadearlos. En la actualidad, de los 52 ríos costeros no pasan de 18 los que no pueden ser vadeados, lo que señala muy claramente hasta que punto han disminuido los recursos hídricos de la región. En 1618 en el convento de San Lázaro, en Lima, el nivel de agua subterránea se encontraba a dos estados de profundidad o sea a 3.4 mt. aproximadamente, mientras que en la actualidad el nivel de agua de los pozos que explota la Esal, en dicha zona, se encuentra a 42 mt. de profundidad.
Cuando los españoles llegaron a Tumbes en 1532, encontraron alrededor de 114,000 Ha. cultivadas, mediante el riego por inundación, en tanto que ahora no pasan de 10,000 las Ha. cultivadas por el sistema de riego a pie de planta. Esta grave situación, que se debe a las variaciones climáticas que se han producido desde la conquista, a la tremenda deprecación perpetrada por los españoles y a los cambios en los sistemas de vida y de explotación de recursos que introdujeron en la región, es resumida por Antúnez de Mayolo en la siguiente forma: “Inexisten estudios, pero es probable que en la costa desde 1532 a la fecha han desaparecido un millón de hectáreas de sabanas con vegetación arbustiva; en otro tanto se han reducido las lomas y en no menos de medio millón de hectáreas han disminuido las cultivadas” (Antúnez de Mayolo 1981).
Por lo visto, la comarca que recorrieron Ruiz Díaz, Juan Tello y Alonso Martín de Benito, exploradores designados por Pizarro para buscar asiento para la futura Ciudad de los Reyes, fue bastante más rica y atractiva que la actual y consecuentemente el paisaje que contemplaron los veedores, cuando cabalgaban por las tierras del curaca de Lima, debió ser bastante mas atractivo que el descrito por el Padre Cobo más de cien años después. El Padre Bernabé Cobo, en la “Historia de la Fundación de Lima”, cuenta lo siguiente respecto a la comarca limeña (1882) :
“Comenzando por su asiento, para que lo pintemos de pies a cabeza, digo: que es una campiña ó valle muy fértil y capaz, que corre siete leguas de largo Norte Sur, por el lado del poniente, hacia la mar, y por el de oriente la cerca una sierra que llamamos las lomas, que corre por toda la costa de estos llanos; su anchura es desigual, por donde mas tiene tres ó cuatro leguas, y por donde menos, de dos para abajo, hasta que las puntas de la Sierra referida que lo atajan se juntan con la mar por la banda del Norte, un ramo que naciendo de la Sierra de las lomas corre hasta fenecer en la Costa.
En la Sierra de la Arena y el río de Caraguayllo, donde se forma el Puerto de Ancón poblado de pescadores y por la parte del Sur otra punta de Sierra Baja, que divide este valle desde Pachacámac, o sea su mayor anchura, en dos ensenadas que tiene la sobredicha tierra o por mejor decir dos obras, la una por donde entra el río de Caraguayllo, y la otra por donde viene el de Lima; a esta nombramos la Rinconada de Late, de un pueblo de indios así llamado, que esta en ella a dos leguas de Lima, ... ensánchase este valle por en medio, no tanto porque la Sierra de las lomas se recoja mucho la tierra adentro, torciendo el rumbo que lleva de Norte a Sur, cuanto por una punta de la Sierra baja del mismo valle, que se mete gran trecho en la mar por el puerto del Callao. Todo es muy llano, con alguna declinación hasta la Costa, que es causa, corran las aguas para ella con ímpetu.
Buena parte de lo llano ocupan ciertos cerros y montes secos y pelados que se levantan en esta campiña, sueltos y desasidos de la Sierra a manera de las islas, algunos de media a dos y tres leguas de circuito; el mayor de estos montes es el que está entre esta ciudad y el pueblo de Late; en él hay muy copiosas canteras de piedra de sal a menos de un cuarto de legua de la ciudad y el Segundo en grandeza es el de Surco, que los navegantes llaman Morro Solar, el cual estrecha tanto el valle por aquella parte del Sur, que parece fenecer en él, si bien pasada aquella angostura se entiende hacia Pachacamac otra legua por la Costa; en este cerro del de Surco hay una cantera de piedra buena para fabricar, aunque es muy dura de labrar; de ella se hizo el puente del río de esta ciudad. También al pie del mismo cerro hace la mar un Puerto pequeño, pero muy quieto y seguro para bajeles pequeños.
Lo que de este valle cae apartado de la mar, que es lo más alto de él, es de suelo y terreno muy seco, y que sin riego no produce cosa verde; porque las yerbas no son aquí tan copiosas y gruesas como en la Sierra y cerros del contorno, adonde con aquel rocío que les cae del invierno se visten de yerbas y flores, y se ponen tan verdes y hermosas que es una de las deleitosas salidas que tiene Lima por aquel tiempo. Más hacia la costa de la mar respecto de ser tierra baja y participar de la humedad del agua de la mar, principalmente de los remanentes de las acequias, que terminándose por debajo de tierra van a parar allí, conservan todo el año mucha humedad, y gramadales en que se apacientan gran cantidad de ganado, y el agua de los pozos está muy somera por aquella parte.... y en partes es con tanta abundancia esta humedad que se hacen ciénagas y lagunas, que son bien provechosas así para los ganados como porque crían grandes juncales y carrizales, de que se hacen las esteras con que se cubren las casas humildes y los indios pescadores hacen sus balsas y embarcaciones. El río de Lima es el mayor, el otro se dice de Caraguayllo, nace en la provincia de Canta en la cordillera general como a veinte leguas de la mar, en la cual entra a dos leguas de la boca del río Lima, las acequias que de estos dos ríos se sacan son innumerables, que se reparten por todo el valle, algunas son tan grandes en sus principios que parecen caudalosos ríos, álamos crecidos que sangran del río de Lima, llamamos acequias de Surco porque va encaminada a un pueblo de su nombre cuyas tierras riega.
Por beneficio de estas acequias que causan y fertilizan la campiña está á todos tiempos verde, amena y deleitosa ofreciendo a la vista una fresca y serena primavera; y como todas las heredades tienen sus casas de campo a donde se suelen irse a recrear los vecinos de Lima (sin recelo de que las lluvias les agüen sus fiestas y placeres por no llover jamás) hermosean grandemente el valle. Particularmente es muy grande la frescura y verdor que le dan los olivares, plantanares y cañaverales de azúcar. Las innumerables huertas de árboles frutales que hay de naranjas, membrillos, granadas ó higos: viñas y perales con todo género de frutos de la tierra y de España, los palmos de lejos campean sobre los otros árboles; y en especial, alegran todo el contorno de la ciudad los alfalfares con su perpetuo verdor y lozanía; los cuales son tantos, que cogen buena parte de esta vega, a causa de ser la alfalfa el sustento común de los caballos y demás bestias de servicio de la ciudad y del campo, por lo cual viene a tener por todas partes esta ciudad muy buenas y alegres salidas.
De más de los ríos, goza esta comarca de muchas fuentes y manantiales de agua dulce y delgada, algunos son tan copiosos que con ellos se riegan huertas y sembrados; en cualquier parta que caben pozos se halla agua dulce, mas ó menos honda según está la tierra mas alto o bajo, cuya agua y la de las fuentes se tiene por más sana y regalada que la de los ríos.
La mar que confina con este valle es de costa limpia, y tan mansa que en cualquiera parte surgen las naves seguramente; fuera de los puertos de Ancón y del cerro de Surco, de que hice mención arriba, se hacen otros dos muy capaces, que son de muy grandes bahian, en igual distancia de esta ciudad. La una es el Puerto del Callao de que se dirá abajo, y la otra el Puerto del pueblo de Surco, más frecuentado de pescadores que de otras naves;.... ” (Cobo [16531] 1882).
Por lo expuesto, queda demostrado que en el corto lapso transcurrido desde la llegada de los españoles a las costas del Perú, allá por 1532, se han producido notables cambios en el medio físico, en el clima y en la ecología de la región, que han significado la disminución o desaparición de muchos recursos naturales, la modificación de las condiciones de vida que ofrecía la costa peruana e indudablemente, un fuerte impacto en las costumbres y economía de sus pobladores.
Naturalmente, si remontamos el curso de la historia vamos a constatar que las condiciones del medio ambiente en épocas muy tempranas eran muy diferentes de las existentes en las postrimerías del Tahuantinsuyo. Hace 20,000 años, a fines del Pleistoceno, cuando las primeras bandas de cazadores nómadas llegaron a la costa peruana, se llevaba a cabo la última de las grandes glaciaciones del período y en toda la costa existía una fuerte humedad y abundantes recursos hídricos. La costa norte del Perú era prácticamente una sábana tropical, bañada frecuentemente por lluvias de tipo monzónico y dotada de numerosos lagos y lagunillas, donde pululaba una numerosa fauna, tanto terrestre coma acuática, entre la que destacaban los megaterios, mastodontes, milodontes, esmilodontes, gigantescos lagartos, caballos primitivos y antepasados de los camélidos actuales y, por supuesto, muchos animales menores e incontables aves. Estas condiciones de vida se dieron no sólo en el extremo norte de la costa sino también bastante más al sur, pues en el departamento de La Libertad, en la Pampa de los Fúsiles, se han encontrado restos de dicha fauna, tanto como en los yacimientos de brea de la zona de Talara.
PERIODOS, AÑOS, SITIOS ARQUEOLÓGICOS:
1 535 DC1 440 DC
Tambo Inga, Fortaleza Collique, Puente Inca, Carabayllo, Chuquitanta, Collique, Comas
Armatambo, Maranga, Mateo Salado,Huaquerones,El Pino, Encalada, Huaycan, Huacalores, Limatambo, Los incas, Huancho, Huallas, Huachipa, Lati, Huatca, Pariachi, Puruchuco, Hualla, Huancho, Sulco, Piti Piti, Macattambo
Pachacamac (Templo del Sol, Mamacunas, Palacio Pintado, Palacio de Tauri Chumpi, Plaza de los Peregrinos)HuaycánTambo Inca, Cerro Botija
Periodo IntermedioTardio Rimac
1 100 DC
Carabayllo, Zapallal, Collique, Pro, Con Con, Chuquitanta, Oquendo, Cerro Respiro, Mercurio Alto, Cerro La regla, La Alborada, Cerro Candela, Recinto del Chillón, Fortaleza Collique.
Campoy, Vasquez, La Calera, Marcavilca, El Agustino, Balconcillo,
Maracuya, San Martín, Pampa de Flores, Jacinto Grande, Mal Paso, Molla, Manchay, Alto, Huaycán Bajo, Huaycán AltoIchma (Población, Templos, Palacios Depósitos)
Horizonte MedioWari
700 DC
Copacabana, Guardia Republicana, Huaca Cerro Culebras, Huaca Zancudo, Cerro Pro, Los Sauces, Miramar, Lomas de las Papas
Periodo Int. TempranoLima
200 DC
Chuquitanta, Infantes, Pampa de Cuevas, Ancón, Huacoy
Epoca Arcaica
2 000 AC5 000 AC
Pampa de los Perros. Media Luna, El Paraiso Encanto, Ventanilla, Punta Marquez
Epoca Litica
10 000 AC20 000 AC
Canario, Arsenal, Luz
A partir de fines del Pleistoceno, con el aminoramiento de las glaciaciones y, consecuentemente, la disminución de la humedad costeña, se inicia el proceso de aridización de la costa, determinando, entre otros acontecimientos importantes, la extinción de una fauna pleistocénica. En el resto de la Costa, si bien las condiciones reinantes no tenían las características tropicales de la zona norte, en las que influyó notablemente un avance hacia el sur de la Corriente del Niño, el clima de sitios coma Lurín era bastante húmedo y sus extensas planicies estuvieron regadas, hasta hace 9,000 años, por ríos que permitían la existencia de una rica flora y abundante fauna.
A principios del siguiente período, o sea del Holoceno, todavía se produjeron varias pulsaciones glaciales de menor intensidad que las del Pleistoceno, pero lo suficientemente impactantes como para determinar cambios notorios en el clima, tanto de la sierra como de la costa. Las glaciaciones con sus estadios o interestadios, o sea avances y retrocesos de las masas de hielo, determinaron períodos climáticos de signo inverso para las alturas serranas y las llanuras costeñas. El avance de los hielos en la sierra significaba el recrudecimiento del clima y por tanto el desmejoramiento de las condiciones de vida, mientras que en la costa producía mayores precipitaciones, mejorándose consecuentemente la feracidad del medio ambiente. El fenómeno se invertía durante los lapsos interestadiales y a una elevación de la temperatura en la sierra correspondía un desecamiento de la costa y un aumento del proceso de desertificación.
Debido a ello, el benigno período climático que se desarrolló en la sierra entre los 5,550 y los 2,500 años a.c., que por las favorables condiciones de vida que permitió ha sido bautizado coma período “Optimum Climaticum”, no fue tan benéfico para los pobladores de la Costa, pues, entre otras cosas, significó el desecamiento de las lagunas norteñas, la desaparición de los manglares que enriquecían al tablazo de Sechura y la disminución de las grandes extensiones de lomas que existían a lo largo de toda la Costa.
Aún así, durante los inicios de este período climático del Holoceno, la desertización de la costa no había alcanzado el grado que actualmente tiene y tanto la humedad ambiental como los causales hídricos eran bastante mayores que los existentes ahora, permitiendo la presencia de grandes cantidades de moluscos en las playas marinas. Desde entonces se producen en la costa, como consecuencia de pequeñas glaciaciones serranas, algunos cambios de clima, que significan variaciones en la temperatura y humedad del medio y que conducen al estado de cosas que hemos descrito en relación con el medio físico, el clima y los recursos naturales de la costa central tawantinsuyana.
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