Reconstrucción hipotética de una colina fortificada del Periodo Intermedio Temprano.
Muro superior de la fortaleza de Cerro Pro.
Vista aérea de la fortaleza de Cerro Pro (foto Servicio Aerofotográfico Nacional, 1945)
Vista aérea de la fortaleza de Cerro Pro (foto Servicio Aerofotográfico Nacional, 1945)
III.3 La Gestación de los Desarrollos Regionales
El período Formativo finaliza alrededor del año 200 d.c. con el decaimiento de la tradición Chavín y el surgimiento de vigorosos movimientos culturales en casi todas las regiones del país. La influencia Chavín termina, en parte, por la destrucción de Chavín de Huantar por la etnia de los Huaraz, pueblo de guerreros de procedencia desconocida, portadores de una nueva cultura que imponen en la región borrando los vestigios del culto Chavín y ocupando las instalaciones religiosas y administrativas existentes en Huántar y otros asentamientos. El Centro Ceremonial es invadido por los "bárbaros andinos" y profanado por la construcción de rústicas viviendas sobre los lugares sagrados, extinguiéndose así el foco central de la Cultura Chavín. En el campo cultural el estilo cerámico Blanco sobre Rojo desplaza a las ancestrales formas Chavinoides y las expresiones de ese estilo caen en desuso.
En todo el mundo andino de la época suceden acontecimientos parecidos; nuevos pueblos irrumpen violentamente en las comunidades Chavinoides destruyendo el orden establecido, rompiendo la unidad cultural pan-andina que existía e imponiendo las formas de vida que les eran propias. La situación se agrava aún más debido a que en todas las regiones del territorio andino, hasta en los más lejanos y recónditos vericuetos, se produce una explosión de los anhelos de liberación y de expresión de la propia personalidad de los pueblos que habían estado sometidos durante tanto tiempo al yugo de la teocracia Chavín.
Bajo la férula de los sacerdotes-gobernantes los pobladores del Formativo habían sentado las bases de la alta cultura y habían satisfecho sus necesidades vitales y culturales a través del modo de vida oficial, pero al mismo tiempo, sobre todo durante el Formativo Superior o Tardío, habían experimentado con nuevas formas de expresión. Con el correr del tiempo las soluciones Chavín no fueron capaces de satisfacer las nuevas demandas y exigencias de las comunidades de la época y en cambio los ensayos de éstas para encontrar maneras propias de expresar su identidad se habían perfeccionado en grado tal que casi sincrónicamente se produce un florecimiento cultural en cada una de las regiones del territorio andino. Dicha efervescencia social termina con la hegemonía Chavinoide y desquicia totalmente el status vigente hasta entonces. Cada etnia, cada grupo social, lucha denodadamente por asegurar su supervivencia tanto cultural como vital. Como consecuencia de ese estado de cosas un periodo turbulento, de enconadas y cruentas luchas, sucede a la "Paz Chavín". Durante él, se van afirmando ciertos grupos regionales y principian a darse formas de organización socio-política aptas para enfrentar los problemas del período. Así se plasman esbozos de las futuras nacionalidades y aparecen los primeros curacazgos, señoríos y reinos, cada uno de ellos celoso de su propia identidad y poseedor de una forma de expresión propia.
En la costa se producen fuertes movimientos culturales que tienen su máxima expresión en Salinar, Virú, Gallinazo y Puerto Morin en el norte y en la costa central en Baños de Boza, Chancay y Miramar en Ancón. En la sierra las expresiones culturales más notables se encuentran en Cajamarca, Huaraz, Kotosh y Pucará, situadas en Cajamarca, Ancash, Huánuco y Puno respectivamente.
La inseguridad social de los años comprendidos en el paso del período Formativo al Floreciente, es decir del Horizonte Chavín al período de las Culturas y Estados Regionales o Intermedio Temprano, fue muy grave y originó cambios sustanciales en la organización y formas de vida de los pueblos. En los asentamientos urbanos y viviendas de los mismos es donde mejor se expresa la crisis social reinante, pues no en vano "la arquitectura es la historia lítica de la Humanidad".
Las viviendas dispersas que formaban las aldeas y pueblos del Formativo se agrupan y aglutinan en núcleos, constituyendo grupos urbanos irregulares pero concentrados, que se ubican en lugares propicios para la defensa. Inclusive, en ciertos casos, algunas viviendas de estas Aldeas Aglutinadas se encierran en número de 15 a más unidades dentro de un recinto cuadrangular, constituyendo así un reducto dentro del recinto defensivo que forma la propia aldea.
En cuanto a sus características formales, las viviendas son similares a las del período anterior, salvo que en su gran mayoría son superficiales debido al dominio alcanzado en la técnica de levantar muros. Las viviendas tienen generalmente varios cuartos, que pueden estar comunicados interiormente y agrupados alrededor de un espacio abierto. En ciertos casos varias unidades habitacionales se organizan alrededor de un espacio mayor constituyendo los núcleos ya citados. Las plantas de las habitaciones son sensiblemente cuadrangulares, aunque abundan las circulares y ovaladas.
Los muros se construyen de piedra rústica asentada con barro y también de adobes de forma semiesférica, cónica o de diente de maíz. Naturalmente, la quincha sigue siendo usada profusamente y es muy probable que haya principiado a usarse el tapial o adobón. Los techos, obviamente, debieron construirse sobre una estructura de horcones y vigas de madera, o sobre maderos apoyados directamente sobre las paredes, y la cobertura debió ser plana y formada por un tinglado de cañas y carrizos recubierto por una espesa capa de barro. Prácticamente no existen vestigios del techado de las viviendas del período; pero la cerámica de culturas como la Salinar y la Virú, y algo más tarde la Mochica, muestran con todo grado de detalle las características de la techumbre de las casas de los coetáneos de los "limeños" de la época y por tanto nos es posible extraer las conclusiones del caso. Las puertas fueron bajas y angostas y las ventanas casi inexistentes, prefiriéndose iluminar y ventilar las habitaciones mediante desniveles en el techo, es decir, haciendo uso de teatinas embrionarias.
Como norma general durante estos primeros años del periodo Floreciente, las aldeas abandonan la inseguridad de la planicie y del valle bajo y se refugian en las alturas, en lugares agrestes fáciles de defender y desde donde se dominan los pasos por los que pueden aproximarse eventualmente enemigos. Frecuentemente el sitio se fortifica mediante la construcción de muros, terraplenes y fosos que robustecen las defensas naturales que el lugar ofrece y las viviendas se construyen sobre terrazas escalonadas. La aldea fortificada de Tajahuana, en el valle de Ica, es un buen ejemplo de este tipo de asentamiento.
En otros casos, la población ubicada en lo alto de una eminencia natural se rodea totalmente con una o más murallas conformando una Colina Fortificada. En los valles de Virú y Casma, donde la violencia debió ser muy grande, se encuentran numerosos ejemplos de estas Aldeas-Fortalezas, constituyendo un ejemplo típico las de Salinar y Puerto Morin, en las que una fuerte muralla de piedra rodea la cima de la colina donde se ubican las viviendas.
En Chanquillo, en el valle de Casma, se halla una fortaleza que es arquetipo de esta clase de edificaciones y que tiene especial interés para nuestra historia porque las fortificaciones de la Comarca de Lima se hicieron siguiendo su patrón de asentamiento. En la cima de una colina, situada en la margen izquierda del río Casma, existe un recinto fortificado constituido por tres anillos concéntricos de murallas que rodean un espacio central, ovoidal, donde se yerguen dos chatas torres circulares de piedra y una construcción cuadrangular. Los muros son de piedra rústica, sumamente anchos y de hasta 8 m. de altura. Se accede a la fortaleza a través de vanos que debieron tener algún sistema de cierre y que cuentan con un juego de muros, a la manera de biombos, que dificulta el ingreso y facilita la defensa del mismo. Chanquillo, por su ubicación respecto a Moxeque, debió estar destinado a impedir el paso de invasores serranos hacia dicho sitio y por sus características defensivas debe haber sido un baluarte inexpugnable para los guerreros de la época.
En la Comarca de Lima, las condiciones de vida no debieron ser muy diferentes de las reinantes en Casma, pues existen muchos cerros que muestran en sus cimas restos de fortificaciones o de aldeas fortificadas. En los cerros Lomas de las Papas, en Ancón, Pro y Los Sauces, en el Chillón, Canto Bello, en el Rímac y Atocongo, en Lurín, existen interesantes ejemplos de este tipo de construcciones.
Asimismo, es posible que la gran fortaleza de Collique, situada en el cerro de ese nombre, a menos de 17 Km. de Lima sobre la carretera a Canta, haya sido construida en este período. Usualmente se la ubica en el período Intermedio Tardío, pero el patrón de asentamiento de la fortaleza, así como su sistema constructivo son sumamente parecidos a los de las fortificaciones del período Intermedio Temprano, especialmente a la de Chanquillo.
FORTALEZA CERRO PRO
La más interesante y mejor conservada de las fortalezas de la Comarca es seguramente la que corona el cerro Pro. Dicho cerro se encuentra situado en la margen izquierda del río Chillón, junto a la casa de la antigua hacienda Pro, y en su parte superior tiene un conjunto de ruinas pertenecientes a un poblado y a una fortaleza. En el sector menos accidentado de la cima del cerro se hallan cimientos y restos de muros de habitaciones, sensiblemente cuadrangulares, que parecen haber integrado una población menor.
En la cúspide de la cima, no muy lejos del poblado, existe un recinto, encerrado por un muro de piedra, que tiene en su centro una plataforma circular de 20 m de diámetro, que puede haber estado cercada. El muro está a más de 30 m de la plataforma central, es de pirca seca, tiene un ancho de 0.90 m y una altura promedio de 1.20 m que parece haber sido, aproximadamente, su altura original. Se trataría de una albarrada o cerca interior más que de una muralla perimétrica. La muralla exterior debe haberse encontrado a 40 m de la albarrada, pues a esa distancia se han ubicado vestigios de un fuerte muro que también contornea el cerro.
El cerco interior ha sido roto en tres sitios por los pastores estacionales actuales, siendo lo más probable que la abertura que se orienta hacia los restos de la población haya sido el ingreso original al reducto.
Por lo visto, el conjunto constituye un tipo de patrón de asentamiento defensivo que más tarde, a partir del periodo Intermedio Tardío, se convertirá en característico de las poblaciones de la costa. Es decir, nos encontramos ante un complejo formado por una población y una fortaleza cercana, ubicada a manera de "acrópolis" para prestar refugio a los pobladores en caso de peligro.
Como ya se ha indicado, la cerámica que caracteriza a los inicios del periodo Floreciente o Intermedio Temprano es la llamada Blanco sobre Rojo. Este estilo se encuentra originariamente en la costa central en Chancay, en Cerro Trinidad y Baños Bota, y posteriormente, con ciertas variantes estilísticas, en Ancón y en el valle del Rímac en los sitios de Miramar y La Florida, extendiéndose su difusión por la parte baja y media de los valles de Chancay, Ancón, Rímac y Lurín.
El arqueólogo norteamericano Alfred Kroeber (Tabio 1965:32), quien fue uno de los primeros en estudiar las características del estilo, lo describe de la siguiente manera:
"Es [la cerámica] sencilla, tanto en la forma como en el decorado. Es de color rojo claro, fuerte, bastante gruesa y suave, las formas no son muy bien estudiadas pero no son desagradables... un 30% de ella es no decorada... presenta diseños blancos pintados sobre la cerámica roja, ocasionalmente negros sobre blanco o negros y blancos sobre rojo, o todo blanco..... El modelado es escaso y cuando éste ha sido intentado la ejecución resultan te es en extremo inepta. . . Los diseños son muy sencillos: puntos, circulitos, barras, ángulos, líneas en zigzag, rombos, líneas entrecruzadas, etc... "
El proceso de la liquidación de lo Chavín y del florecimiento de nuevas formas culturales y organizaciones sociales se desarrolló aceleradamente en todo el territorio andino, de manera tal que a poco de iniciado dicho proceso se formaron varias culturas regionales con características propias y definidas. En la sierra, entre las más importantes, se afincan Cajamarca, Recuay, Pucará y Tiawanaku, y en la costa Moche, Lima y Nazca.
El período Formativo finaliza alrededor del año 200 d.c. con el decaimiento de la tradición Chavín y el surgimiento de vigorosos movimientos culturales en casi todas las regiones del país. La influencia Chavín termina, en parte, por la destrucción de Chavín de Huantar por la etnia de los Huaraz, pueblo de guerreros de procedencia desconocida, portadores de una nueva cultura que imponen en la región borrando los vestigios del culto Chavín y ocupando las instalaciones religiosas y administrativas existentes en Huántar y otros asentamientos. El Centro Ceremonial es invadido por los "bárbaros andinos" y profanado por la construcción de rústicas viviendas sobre los lugares sagrados, extinguiéndose así el foco central de la Cultura Chavín. En el campo cultural el estilo cerámico Blanco sobre Rojo desplaza a las ancestrales formas Chavinoides y las expresiones de ese estilo caen en desuso.
En todo el mundo andino de la época suceden acontecimientos parecidos; nuevos pueblos irrumpen violentamente en las comunidades Chavinoides destruyendo el orden establecido, rompiendo la unidad cultural pan-andina que existía e imponiendo las formas de vida que les eran propias. La situación se agrava aún más debido a que en todas las regiones del territorio andino, hasta en los más lejanos y recónditos vericuetos, se produce una explosión de los anhelos de liberación y de expresión de la propia personalidad de los pueblos que habían estado sometidos durante tanto tiempo al yugo de la teocracia Chavín.
Bajo la férula de los sacerdotes-gobernantes los pobladores del Formativo habían sentado las bases de la alta cultura y habían satisfecho sus necesidades vitales y culturales a través del modo de vida oficial, pero al mismo tiempo, sobre todo durante el Formativo Superior o Tardío, habían experimentado con nuevas formas de expresión. Con el correr del tiempo las soluciones Chavín no fueron capaces de satisfacer las nuevas demandas y exigencias de las comunidades de la época y en cambio los ensayos de éstas para encontrar maneras propias de expresar su identidad se habían perfeccionado en grado tal que casi sincrónicamente se produce un florecimiento cultural en cada una de las regiones del territorio andino. Dicha efervescencia social termina con la hegemonía Chavinoide y desquicia totalmente el status vigente hasta entonces. Cada etnia, cada grupo social, lucha denodadamente por asegurar su supervivencia tanto cultural como vital. Como consecuencia de ese estado de cosas un periodo turbulento, de enconadas y cruentas luchas, sucede a la "Paz Chavín". Durante él, se van afirmando ciertos grupos regionales y principian a darse formas de organización socio-política aptas para enfrentar los problemas del período. Así se plasman esbozos de las futuras nacionalidades y aparecen los primeros curacazgos, señoríos y reinos, cada uno de ellos celoso de su propia identidad y poseedor de una forma de expresión propia.
En la costa se producen fuertes movimientos culturales que tienen su máxima expresión en Salinar, Virú, Gallinazo y Puerto Morin en el norte y en la costa central en Baños de Boza, Chancay y Miramar en Ancón. En la sierra las expresiones culturales más notables se encuentran en Cajamarca, Huaraz, Kotosh y Pucará, situadas en Cajamarca, Ancash, Huánuco y Puno respectivamente.
La inseguridad social de los años comprendidos en el paso del período Formativo al Floreciente, es decir del Horizonte Chavín al período de las Culturas y Estados Regionales o Intermedio Temprano, fue muy grave y originó cambios sustanciales en la organización y formas de vida de los pueblos. En los asentamientos urbanos y viviendas de los mismos es donde mejor se expresa la crisis social reinante, pues no en vano "la arquitectura es la historia lítica de la Humanidad".
Las viviendas dispersas que formaban las aldeas y pueblos del Formativo se agrupan y aglutinan en núcleos, constituyendo grupos urbanos irregulares pero concentrados, que se ubican en lugares propicios para la defensa. Inclusive, en ciertos casos, algunas viviendas de estas Aldeas Aglutinadas se encierran en número de 15 a más unidades dentro de un recinto cuadrangular, constituyendo así un reducto dentro del recinto defensivo que forma la propia aldea.
En cuanto a sus características formales, las viviendas son similares a las del período anterior, salvo que en su gran mayoría son superficiales debido al dominio alcanzado en la técnica de levantar muros. Las viviendas tienen generalmente varios cuartos, que pueden estar comunicados interiormente y agrupados alrededor de un espacio abierto. En ciertos casos varias unidades habitacionales se organizan alrededor de un espacio mayor constituyendo los núcleos ya citados. Las plantas de las habitaciones son sensiblemente cuadrangulares, aunque abundan las circulares y ovaladas.
Los muros se construyen de piedra rústica asentada con barro y también de adobes de forma semiesférica, cónica o de diente de maíz. Naturalmente, la quincha sigue siendo usada profusamente y es muy probable que haya principiado a usarse el tapial o adobón. Los techos, obviamente, debieron construirse sobre una estructura de horcones y vigas de madera, o sobre maderos apoyados directamente sobre las paredes, y la cobertura debió ser plana y formada por un tinglado de cañas y carrizos recubierto por una espesa capa de barro. Prácticamente no existen vestigios del techado de las viviendas del período; pero la cerámica de culturas como la Salinar y la Virú, y algo más tarde la Mochica, muestran con todo grado de detalle las características de la techumbre de las casas de los coetáneos de los "limeños" de la época y por tanto nos es posible extraer las conclusiones del caso. Las puertas fueron bajas y angostas y las ventanas casi inexistentes, prefiriéndose iluminar y ventilar las habitaciones mediante desniveles en el techo, es decir, haciendo uso de teatinas embrionarias.
Como norma general durante estos primeros años del periodo Floreciente, las aldeas abandonan la inseguridad de la planicie y del valle bajo y se refugian en las alturas, en lugares agrestes fáciles de defender y desde donde se dominan los pasos por los que pueden aproximarse eventualmente enemigos. Frecuentemente el sitio se fortifica mediante la construcción de muros, terraplenes y fosos que robustecen las defensas naturales que el lugar ofrece y las viviendas se construyen sobre terrazas escalonadas. La aldea fortificada de Tajahuana, en el valle de Ica, es un buen ejemplo de este tipo de asentamiento.
En otros casos, la población ubicada en lo alto de una eminencia natural se rodea totalmente con una o más murallas conformando una Colina Fortificada. En los valles de Virú y Casma, donde la violencia debió ser muy grande, se encuentran numerosos ejemplos de estas Aldeas-Fortalezas, constituyendo un ejemplo típico las de Salinar y Puerto Morin, en las que una fuerte muralla de piedra rodea la cima de la colina donde se ubican las viviendas.
En Chanquillo, en el valle de Casma, se halla una fortaleza que es arquetipo de esta clase de edificaciones y que tiene especial interés para nuestra historia porque las fortificaciones de la Comarca de Lima se hicieron siguiendo su patrón de asentamiento. En la cima de una colina, situada en la margen izquierda del río Casma, existe un recinto fortificado constituido por tres anillos concéntricos de murallas que rodean un espacio central, ovoidal, donde se yerguen dos chatas torres circulares de piedra y una construcción cuadrangular. Los muros son de piedra rústica, sumamente anchos y de hasta 8 m. de altura. Se accede a la fortaleza a través de vanos que debieron tener algún sistema de cierre y que cuentan con un juego de muros, a la manera de biombos, que dificulta el ingreso y facilita la defensa del mismo. Chanquillo, por su ubicación respecto a Moxeque, debió estar destinado a impedir el paso de invasores serranos hacia dicho sitio y por sus características defensivas debe haber sido un baluarte inexpugnable para los guerreros de la época.
En la Comarca de Lima, las condiciones de vida no debieron ser muy diferentes de las reinantes en Casma, pues existen muchos cerros que muestran en sus cimas restos de fortificaciones o de aldeas fortificadas. En los cerros Lomas de las Papas, en Ancón, Pro y Los Sauces, en el Chillón, Canto Bello, en el Rímac y Atocongo, en Lurín, existen interesantes ejemplos de este tipo de construcciones.
Asimismo, es posible que la gran fortaleza de Collique, situada en el cerro de ese nombre, a menos de 17 Km. de Lima sobre la carretera a Canta, haya sido construida en este período. Usualmente se la ubica en el período Intermedio Tardío, pero el patrón de asentamiento de la fortaleza, así como su sistema constructivo son sumamente parecidos a los de las fortificaciones del período Intermedio Temprano, especialmente a la de Chanquillo.
FORTALEZA CERRO PRO
La más interesante y mejor conservada de las fortalezas de la Comarca es seguramente la que corona el cerro Pro. Dicho cerro se encuentra situado en la margen izquierda del río Chillón, junto a la casa de la antigua hacienda Pro, y en su parte superior tiene un conjunto de ruinas pertenecientes a un poblado y a una fortaleza. En el sector menos accidentado de la cima del cerro se hallan cimientos y restos de muros de habitaciones, sensiblemente cuadrangulares, que parecen haber integrado una población menor.
En la cúspide de la cima, no muy lejos del poblado, existe un recinto, encerrado por un muro de piedra, que tiene en su centro una plataforma circular de 20 m de diámetro, que puede haber estado cercada. El muro está a más de 30 m de la plataforma central, es de pirca seca, tiene un ancho de 0.90 m y una altura promedio de 1.20 m que parece haber sido, aproximadamente, su altura original. Se trataría de una albarrada o cerca interior más que de una muralla perimétrica. La muralla exterior debe haberse encontrado a 40 m de la albarrada, pues a esa distancia se han ubicado vestigios de un fuerte muro que también contornea el cerro.
El cerco interior ha sido roto en tres sitios por los pastores estacionales actuales, siendo lo más probable que la abertura que se orienta hacia los restos de la población haya sido el ingreso original al reducto.
Por lo visto, el conjunto constituye un tipo de patrón de asentamiento defensivo que más tarde, a partir del periodo Intermedio Tardío, se convertirá en característico de las poblaciones de la costa. Es decir, nos encontramos ante un complejo formado por una población y una fortaleza cercana, ubicada a manera de "acrópolis" para prestar refugio a los pobladores en caso de peligro.
Como ya se ha indicado, la cerámica que caracteriza a los inicios del periodo Floreciente o Intermedio Temprano es la llamada Blanco sobre Rojo. Este estilo se encuentra originariamente en la costa central en Chancay, en Cerro Trinidad y Baños Bota, y posteriormente, con ciertas variantes estilísticas, en Ancón y en el valle del Rímac en los sitios de Miramar y La Florida, extendiéndose su difusión por la parte baja y media de los valles de Chancay, Ancón, Rímac y Lurín.
El arqueólogo norteamericano Alfred Kroeber (Tabio 1965:32), quien fue uno de los primeros en estudiar las características del estilo, lo describe de la siguiente manera:
"Es [la cerámica] sencilla, tanto en la forma como en el decorado. Es de color rojo claro, fuerte, bastante gruesa y suave, las formas no son muy bien estudiadas pero no son desagradables... un 30% de ella es no decorada... presenta diseños blancos pintados sobre la cerámica roja, ocasionalmente negros sobre blanco o negros y blancos sobre rojo, o todo blanco..... El modelado es escaso y cuando éste ha sido intentado la ejecución resultan te es en extremo inepta. . . Los diseños son muy sencillos: puntos, circulitos, barras, ángulos, líneas en zigzag, rombos, líneas entrecruzadas, etc... "
El proceso de la liquidación de lo Chavín y del florecimiento de nuevas formas culturales y organizaciones sociales se desarrolló aceleradamente en todo el territorio andino, de manera tal que a poco de iniciado dicho proceso se formaron varias culturas regionales con características propias y definidas. En la sierra, entre las más importantes, se afincan Cajamarca, Recuay, Pucará y Tiawanaku, y en la costa Moche, Lima y Nazca.
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