No vamos a desaparecer —fueron las palabras del caudillo Taulichusco* en su lenguaje cuando le ofrecieron comprarle el valle del Rímac.
Él decía estas palabras a raíz de las ofertas que le habían hecho para comprarle la ciudad. Ignoraba las razones de sus interlocutores y le llamaba la atención lo raro de sus modos de hablar y de vestir. Había un deseo que era ajeno a la comprensión del caudillo, el deseo de posesión.
Él sabía ser recíproco, lo había sido siempre con otros señoríos más poderosos que el suyo. El valle de Lima había sido codiciado antes por reynos vecinos y Taulichusco y sus antecesores siempre debieron buscar el equilibrio entre la negociación y la liza.
Taulichusco era un buen jefe, sabía que no hubiera podido resistir una batalla con aquellos hombres blancos barbados que llegaban del mar en casas de madera, intuía lo que le pedían, aunque no se lo hubieran dicho claramente.
Aquellos hombres no querían compartir nada con él ni con su gente, querían apropiarse de todo, querían poseer. La oferta que le proponían significaba posecionamiento, su conocimiento del idioma castellano era limitado pero le alcanzaba para comprender que luego de aceptar, ellos tomarían su espacio, sus mujeres, sus animales, su alimento, su río.
Sabía que no se podía negar y que desde ese momento él y los de su pueblo debían esconderse. Pasar inadvertidos. Que no los viera nunca un hombre blanco, porque eso hubiera significado tener que luchar para no ser poseídos.Taulichusco no podía contar con la ayuda de otros señoríos. Ellos ya no estaban, la sed de sangre de los foráneos los había hecho huir.
Llegó la noche y Taulichusco, habiendo ordenado secretamente a su gente que se refugiara y se alejará del lugar, selló el trato.Sellado el trato, Taulichusco fue invitado a cenar y luego, habiendo compartido el vino y el pan, pasó lo que Taulichusco ya sabía que ocurriría: fue asesinado.
Y la ciudad de Lima fue tomada por sus nuevos habitantes quienes extinguieron a los camarones que vivían en el río, mataron a los árboles porque plantas y hombres blancos no saben ser amigos y obligaron a los animales a irse a vivir lejos del valle, con los hombres que quisieron ser libres.
Luego de un siglo, un español, haciendo memoria de esta historia, decidió hacer un monumento en homenaje a la docilidad de Taulichusco, cogió una gran piedra, la puso en medio de la plaza, y escribió las palabras que hicieron famoso a Taulichusco, las cuales nunca entendió:—No vamos a desaparecer.Al día siguiente, las palabras desaparecieron. Un nativo las borró.
* Último caudillo nativo de Lima
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