Autoridades en la puerta de la iglesia de Ollantaytambo.
Foto: Alfonsina Barrionuevo / Alfonsina Barrionuevo.
FUENTE: TERRA.COM 24 de enero de 2011
Alfonsina Barrionuevo
“En algunas comunidades de Paucartambo, Cusco, una flor representa un voto para elegir un nuevo Varayoq cuando comienza el año. No sé si el color y la forma tienen algún significado. Pero el número de flores que van cayendo en una manta representa la voluntad de los votantes que confían en su candidato.”Jorge Núñez del Prado. Abogado.
Al filo del Año viejo y el Año Nuevo, las comunidades andinas más alejadas no lo advertirán. El 2011 pasará sobre sus chozas, estancias, putukos, sin dejarse sentir y no habrá fuegos artificiales, danzas ni algarabías. Los únicos que dejarán todo listo para el día siguiente serán sus autoridades. Los Varayoq o alcaldes, “los que llevan la vara”. Así será porque deben dejar sus cargos. Ellos conservan todavía algunas atribuciones, válidas exclusivamente en sus localidades, desde que el virrey Francisco Toledo dio sus Ordenanzas creando una institución para manejar el mundo andino. Su presencia, que ha persistido todos estos siglos, será la única que marcará el cambio del tiempo entre los suyos.
Poniendo la rodilla en tierra colocarán en la mesa del altar de la capilla o iglesia la vara de chonta con empuñadura de plata, símbolo de su rango, después de besar al Cristo que cuelga de una cadena. Se retirarán en seguida con parsimonia y sólo, cuando hayan salido y vuelvan al llano, se pondrán a correr alrededor de la plaza, donde estarán reunidos los pobladores, e irán arrojando la montera, el ch’ullu, el poncho, la casaca y el chaleco, haciendo ver que no se están llevando nada.
El Varayoq demuestra así que hizo un “buen gobierno,” que fue trabajador, que no favoreció a nadie, que no hizo abuso de su cargo, que no se aprovechó de su situación para obtener prebendas y que siempre fue honesto. Algo que no podrían hacer muchas autoridades citadinas, que debían más bien ser objeto de procesos penales y pasar unos años en prisión, por ser y hacer todo lo contrario.
La elección del nuevo Varayoq reúne primero a los abuelos que han estado observando con mucho celo los actos de los posibles candidatos. No serán muchos, pero bastará con cuatro para que sea elegido el mejor. Jamás permitirían la asunción de alguno hubiera cometido una falta indigna. Los Varayoq merecen el respeto de sus electores durante toda su vida. Más bien, al correr de los años, aumentará su prestigio y serán reconocidos como Llaqta Varayoq o Llaqta cargo, “alcalde de pueblos” o Segunda, “alcalde de región”.
En otras partes, los de mayor categoría se llaman Auki varayoq y los de menor Sullka Varayoq. Ellos encabezan la procesión de la Cruz en mayo y la Fiesta del Agua en agosto. También reciben el título de Campo Alcalde, como sucede Lima adentro. Su obligación es resolver muchos casos muy comprometidos. Podría ser de compra y venta de tierras, turnos de riego, cruzamiento entre animales de distintos dueños y a quién le corresponde la cría; también de hombres o mujeres que decidieran irse con un pretendiente ajeno a su tradición y que deben renunciar a los suyos, además de otros problemas.
En lo que conozco no he escuchado que un Varayoq haga un pago a la tierra como autoridad. Cuando recibe la vara hace la t’inka, asperjando unas gotas de chicha hacia sus cerros, Apus, Wamanis o Achachilas, y también a la Pachamama, para recibir siempre su protección. A quien pide que le ayude a demostrar espíritu de justicia es al Cristo, que llevará en su vara cuando demuestre que lo merece.
Los pagos a la tierra se hacen generalmente en agosto, cuando la Pachamama se abre para recibir las demostraciones de cariño y el agradecimiento de sus hijos. El saludo al Taita Inti o Padre Sol se hace cuando hay cielo despejado y aparece dorando las cumbres. Es cuando se le pide que fortalezca los huesos de sus hijos y también de las crías de los animales para que sean fuertes.
Antes, en el mundo qechwa, los que fiscalizaban la conducta de los pobladores del campo eran los Aqorasi, “ancianos venerables”, los Llaqta kamayoq, “ cabezas de pueblos” y tal vez también los Tukuy rikuq, “ojos y oídos” del Inka. Se podría decir que el Varayoq los sustituyó en cierta forma, para recibir disposiciones de los españoles, aunque no dejaron de conservar sus valores morales.
Por eso, en el primer día del año, se verá en las comunidades y también en los pueblos a los Varayoq con traje de gala para entregar la “vara”, símbolo de mando que sigue vigente entre ellos. No interesa que no tenga el poder que les dieron al principio y que se les fue recortando porque no les convenía a los corregidores, encomenderos y más tarde gobernadores.
El aparato que armaban los españoles del pueblo tenía el propósito de impresionar a lo asistentes; pues, se hacía el primer día de Año Nuevo, previa misa, nombrándose alcaldes, regidores y un khipukamayoq para las comunidades, y por parte de ellos un alguacil, un escribano, un alcaide, un pregonero y un verdugo. Las reducciones que agrupaban a muchas comunidades se convertían generalmente en pueblos, donde los vecinos eran españoles. Las comunidades no viven agrupadas, sino que tienen sus dominios bien demarcados hasta hoy.
Los nombrados tenían que jurar ante un Cristo, “en nombre de Dios Nuestro Señor, Santa María y con la Señal de la Santa Cruz, cumplir fielmente con autoridad , sin afición ni pasión, los oficios que se les encomendaran.”
Al terminar recibían las varas que habían sido bendecidas por el señor cura, surgiendo así el Varayoq, “el hombre que portaba la vara”, cuya acrisolada honradez estuvo siempre contrapuesta a la codicia, la falsedad y el abuso de los mismos que los designaban. El Varayoq nunca puso en tela de juicio el gran prestigio que lo rodeaba, cimentando más bien una sólida reputación.
Su mandato duraba un año y no podían ser elegidos al año siguiente, ni dos años después. No conocían los pleitos de los kurakas ni los litigios de tierras de dos pueblos. Debían oir las reclamaciones de sus gobernados dos o tres veces a la semana en el poyo o asiento de la iglesia del pueblo, resolver los asuntos civiles hasta por diez pesos y no dar penas de más de un peso, que se podían conmutar por veinte azotes para los que eran pobres.
En asuntos criminales estaban impedidos de tratar “aquellos que merecieran muerte, mutilación de un miembro o efusión de sangre”. Sobre estos debían informar al Corregidor.
Administrativamente debía cuidar que los indios hicieran testamento, velar por los huérfanos, visitar hospitales, controlar el funcionamiento de los mercados, vigilar las sementeras y los ganados, hacer arreglar los caminos, tambos y puentes, así como cuidar las chakras de los andenes. A los españoles y negros sólo podían encarcelarlos, pero no juzgarlos. Durante su mandato debía mantenerse ecuánime para no ser faltado ni faltar a la dignidad del cargo. No debían usar traje diferente al que tenían, delito que era sancionado con azotes la primera vez, con trasquilamiento la segunda y con cepo la tercera.
Guaman Poma, el más agrio crítico que tuvieron los españoles, se queja en su obra “Nueva Crónica y Buen Gobierno” de los maltratos que éstos inferían a los alcaldes para hacerles sentir su superioridad y su servidumbre.
El gobierno de Augusto B. Leguía suprimió en 1921 el cargo de los Varayoq y nombró a los tenientes gobernadores. Pero la Ley 470 que promulgó no pudo remover la institución de la vara firmemente arraigada en las comunidades y demás pueblos andinos. Se dice que la función hace al hombre. En este caso fue el hombre el que supo honrarla.
La vara volvió a hacer brillar los ojos de los hombres andinos, velados por tantas injusticias y dignificó las manos agrarias encallecidas por el duro trabajo. Este le comunicó la grandeza y el respeto de sus tradiciones.
Celebrar el Año Nuevo queda para la ciudad que olvida de alguna manera la inconsecuencia de los que manejan el gobierno. Otra cosa sería si los que están allí tuvieran la honradez y el amor por la tierra que es norma de aquellos. Los buenos ejemplos se deben seguir.
Este blog trata de la continuidad del proyecto educativo "Conociendo y valorando nuestro Patrimonio Cultural monumental: Huaca Fortaleza de Campoy", de la I.E. Nº 0090 "Daniel Alcides Carrión" de Campoy, que promueve el conocimiento y valoración de nuestro patrimonio cultural y natural, mediante el grupo de Defensores del patrimonio y Guías escolares de turismo KUSI SONQO, dirigidos por el Profesor Arturo Vásquez Escobar.
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